No tengo antepasados, en mi casa siempre han sido reacios. Pero tengo que reconocer, que montar en moto ha sido desde mi adolescencia, probablmente en el inicio como elemento de rebeldía, una de mis grandes pasiones junto a practicar deporte y compartir con mis amigos.
Me inicié joven, con quince años tuve un ciclomotor, la mítica Rieju Drac, que aún conservo con mucho mimo. Aprovechando la separación de mis padres, ya se sabe, "no hay mal que por bien no venga" recorrí miles de kilómetros y más vivencias junto a muchos amigos de aquí, de Sevilla la Nueva. ¿Os acordáis?.
Con 18 años tuve la fortuna gracias al corazón de mi tío Santi y Paloma, de tener toda una Suzuki GSX 600. Que bonita era. Mis primeras concentraciones, desplazamientos a la Universidad, campos de fútbol para arbitrar, y otras muchas andanzas :).
Semana Santa de 1997 en Ainsa -Huesca- |
Tras trabajar en Huesca, haber crecido y sentir se me había quedado físicamente pequeña la moto, esta pasión se congeló, y sinceramente, pensaba no volvería. Pero si volvió, y con la fuerza previa. Gracias a mis grandes vecinos y mejor familia García Lozano, y especialmente a Pepe -D.E.P.-, recupere la ilusión sobre una clásica, con la que puede que me hayas visto en los últimos años, una BMW K100 del año 87. Ella, y Pepe, me han hecho recuperar mi pasión, me ha acompañado a Madrid en mis andanzas como Alcalde y la guardo como algo sagrado por su procedencia y lo que supone, además de su belleza y atractivo como moto clásica.
Y ahora, lejos de acabarse, disfruto con pasión -sin tiempo hay que reconocerlo-, pensando en ese día de mañana que pueda coger y hacer lo que mas me gustaría en la vida como geógrafo en esencia, viajar, escribir, conocer y contar todas las sorpresas y belleza que el mundo y España particularmente, nos deparan. Mientras tanto, seguiré feliz soñando con ello, disfrutando del presente y viendo vídeos de aventureros modernos a través de youtube entre los que están los de nuestro vecino sevillanovense Omar Fernández y rememorando las andanzas de aquellos románticos como Alexander Von Humboldt, Victor Hugo, Jovellanos, Antonio Ponz, el pireneista Lucien Briet y otros muchos del s.XIX que descubrían con magistral paciencia nuevos parajes, con la escritura como apasionante herramienta de comunicación.
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