Si hay alguna ascensión que
conjugue belleza durante su trayecto y magia en su final, sin duda es el Ibón de Marboré.
Pasé unos días en casa de la abuela en agosto de obras menores –como siempre- y decido hacer
una trekking premium que diría un
urbano.
Hace muchos años que no subo, ¿16?, puede
ser. Es el momento, el presente me anima, voy a volver a subirlo. Una ruta exigente y
con una excelsa belleza
durante todo su recorrido. Como siempre, preparo metódicamente la mochila y lo
que voy a llevar -especialmente líquido-, y a las 7 de la mañana, aún con luna
llena, salgo del coche previo parking en la explanada en la pradera de Pineta.
Tomo el antiguo camino que parte del puente
que hay en el fondo del valle, camino en desuso y muy cerrado. A escasos
30mins. confluye con el que tomo para bajar, el que cruza la pista y que coge
la gran mayoría.
Es un placer salir a andar y no encontrarse
uno apenas personas, refuerzo ese vinculo que los amantes de la montaña
buscamos, el abrazo
de la soledad con la magnificencia del paisaje colosal.
Así, voy subiendo, a la par que se abre un día caluroso.
Vista del ascenso desde la mitad del recorrido |
Vista del ascenso en la parte superior |
Dejo atrás la vegetación arbórea para
zigzaguear en una dura y constante ascensión por los farallones calizos que reinan
todo el valle de Pineta y particularmente en su fondo. Divisando bellas cascadas,
sorteando regatos y parando periódicamente a contemplar el paisaje y descansar,
llego al imponente balcón
de Pineta tras 3h. de subida y
1.205mtrs., donde es preceptivo contemplar este paisaje glaciar imponente e
inmortalizarlo en foto.
12kms. de valle glaciar en forma de “U” a
nuestros pies jalonado por acusados escarpes verticales que llegan hasta los
3.000mtrs. Estamos en el corazón del Parque
Nacional de Ordesa y Monte Perdido. Una clase viva de geología
y botánica, rememorando aquellos tiempos de estudiante de geografía y
concretamente aquellas interesantes clases de D. Eduardo Martínez de Pisón o
Concepción Herráiz…Cada día tengo más claro que mi verdadera vocación a parte
de la periodística -ya se me difuminó-, la de gestor público –volcado en ella-,
es la de ser guía de turismo, y estoy
convencido que mi vida profesional me tiene reservado en un futuro próximo un espacio para dedicarme a
ello.
Así, posteriormente, y a modo de regalo por
el ingente esfuerzo realizado, en 25´ suaves llegamos al ibón de Marboré,
contemplando el glaciar que cuelga del macizo de Monte Perdido y otras crestas
circundantes, hasta llegar al lago.
Parada y nada más relajante que poder bucear
segundos los pies en agua gélida de alta montaña y degustar un suculento
bocadillo de tortilla con huevos de la abuela, a la par que entre anodadado y estupefacto por tan bella obra de arte
natural cincelada con belleza inigualable por el paso de los
tiempos.
Como en la vida todo es efímero y temporal, lo que nos sirve para valorar más el presente, recojo mi intendencia y me dispongo a bajar. Retorno al balcón de Pineta y bajo las zetas que bruscamente nos hacen descender, cruzándome grupos de gente con una consulta común ¿queda mucho?. Es impresionante corroborar con que poco respeto la gente vamos a la montaña, muchos a horas impracticables por el calor, otros tantos desconociendo al esfuerzo que se van a someter, otros sin equipamiento, y algunos, con perros que difícilmente creo disfruten de la jornada, y yo a lo mío, recogiendo cristales, envoltorios, etc. que me voy encontrando a mi paso. En definitiva, que benévola la montaña en cuanto no se producen más accidentes.
Como en la vida todo es efímero y temporal, lo que nos sirve para valorar más el presente, recojo mi intendencia y me dispongo a bajar. Retorno al balcón de Pineta y bajo las zetas que bruscamente nos hacen descender, cruzándome grupos de gente con una consulta común ¿queda mucho?. Es impresionante corroborar con que poco respeto la gente vamos a la montaña, muchos a horas impracticables por el calor, otros tantos desconociendo al esfuerzo que se van a someter, otros sin equipamiento, y algunos, con perros que difícilmente creo disfruten de la jornada, y yo a lo mío, recogiendo cristales, envoltorios, etc. que me voy encontrando a mi paso. En definitiva, que benévola la montaña en cuanto no se producen más accidentes.
Bajo rápido, con algún resbalón pero con mi segura
vara de avellano como punto de apoyo, refrescándome allí donde hay agua. Transcurridas
2h. de descenso, llego al coche, disponiéndome a regresar a casa de la abuela y
contaros mi día especial a la vuelta a la civilización.
Debe ser una pasada caminar por esos lares, sin duda ahora me entenderás cuando a las primeras de cambio me pierdo por esas tierras al otro lado del Telón de Grelos, verdad?
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